(1 Juan 3:16) En esto conocemos el amor: en que Él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos.
En el día a día, hombres y mujeres van y vienen de trabajos que los agobian, más aún, cuando en un hogar ambos cónyuges laboran y los hijos quedan al cuidado de un tercero; entonces, se presentan quejas constantes porque esta situación hace aflorar un ir y venir de emociones, por la constante presión social, laboral y personal.
El amor se sacrifica en el sentido que coloca los intereses del cónyuge por encima de los propios; es importante hacer claridad que esto es válido siempre y cuando no implique dejar de creer y amar a Dios, pues el amor se sacrifica en el sentido de las pequeñas y medianas cosas, en aquellas donde, probablemente, actuamos frecuentemente de forma egoísta y caprichosa. Cuando el amor es fuerte desea el bienestar del cónyuge, supliendo y apoyando en los momentos de angustia.
Es común oír a esposos discutir reclamándose el uno al otro, en que no se atienden apropiadamente necesidades primarias; precisamente es ahí cuando el amor se sacrifica y comprende que debe dejar a un lado las exigencias propias y ayudar al otro en la solución de las suyas.
Los esposos comúnmente dicen que sus esposas son «pone quejas», incluso a veces se mofan de ello; sin embargo, se disgustan fuertemente cuando no son atendidas sus propias quejas. Así que, piensa por un momento: para recibir hay que dar primero, porque si quieres recibir empatía, debes dar empatía, si quieres recibir amor y respeto, debes dar amor y respeto.
El reto de hoy es que busques cuál es la necesidad más grande que tiene tu cónyuge y, pregúntate cómo puedes ayudarle a quitar ese peso de los hombros, no importa si la carga es grande o pequeña, da lo mejor de ti.
(Gálatas 6:2) Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo.
Un servidor en Cristo; L. Felipe Torres M.
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