(1 Pedro 3:7) Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo.
Honrar a alguien significa respetarlo y tenerlo en alta estima, tratarlo como a una persona especial y de gran valor. Cuando le hablas, tus palabras son puras y comprensibles; eres cortés y educado. Cuando esa persona te habla, tomas en serio lo que dice, dándole peso y relevancia a sus palabras. Cuando te pide que hagas algo, te adaptas como puedes, por el solo respeto que le tienes. La Biblia nos dice que «honremos» a nuestro padre y a nuestra madre, y a las autoridades. Es un llamado a reconocer la posición o el valor de otra persona. El honor es una palabra noble.
Veamos el orden que Dios establece, las prioridades que debe tener todo ser humano, todo cónyuge en cuanto a su vida plena:
Dios dice que él debe ocupar el primer lugar de la vida de toda persona, segundo es su cónyuge para los que son casados, después los hijos, y así poco a poco se define la ubicación en una lista de prioridades según la voluntad de Dios.
Cuando hablamos de “dar honor” se refiere en sí a dar el respeto y posición debida a nuestro cónyuge, dedicar tiempo de calidad, lo cual significa escuchar con atención y comprensión, hablar y compartir nuestros pensamientos y sentimientos, mirarnos a los ojos y decidir siempre amarl@.
Algunos de los errores más comunes son: cuando los cónyuges dan más prioridad a los hijos que a sus cónyuges, cuando prestan más atención a los padres que a sus cónyuges, e incluso, cuando dan más prioridad a cosas seculares que a sus cónyuges.
El reto de hoy es: dale honor a tu cónyuge, hazle saber el lugar que ocupa y juntos lleguen a Dios.
Un servidor en Cristo; L. Felipe Torres M.
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