(Filipenses 2:4) no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros.
Al encender el televisor, ves cómo los gobernantes de las naciones se enfrentan los unos con los otros en cuestiones que parecen tan simples, que piensas o te preguntas: ¿Por qué se pelean por esas cosas, cuándo hay cosas más importantes en qué pensar?
Ahora, ponte en la misma situación en el contexto de la relación con tu cónyuge en los asuntos más simples, como por ejemplo al elegir un color para pintar la pared o en la ubicación del sofá en la sala; cosas tan sencillas y sobre las que no das el brazo a torcer, por no parecer débil, pero que lamentablemente te hacen parecer más bien obstinado o terco.
En cierta ocasión vi como una esposa quería pintar la habitación de blanco para darle mejor luz a aquel lugar, pero su esposo quería pintar la pared de verde; ambos se enfrascaron en tremenda discusión, que terminó en ofensas y dolores reprimidos saltando del uno hacia el otro. Puedes estar pensando… ¡pero es una simple pared!
Detente a pensar por un momento en el ejemplo dado por Jesús. Él vino a servirnos, a darse a nosotros cuando éramos nosotros los que deberíamos servirle, los que deberíamos darnos a Dios; toma este ejemplo y aplícalo a tu vida. Te darás cuenta cuántas situaciones se pueden prevenir cuando aprendes a ceder un poco en tu vida, cuando abres el camino para agradar a tu cónyuge en cosas tan sencillas.
(Filipenses 2:5) Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús,
Sin embargo, hay cosas en las cuales debemos defender nuestra posición, como por ejemplo: la fe, la decisión de no tener más hijos, la decisión de en qué gastar los ahorros, etc.
Puedes defender estos puntos, pero hazlo con amabilidad, piensa en cómo lo haría el Señor Jesús si estuviera allí.
El reto de hoy consiste en ceder un poco frente a demandas sencillas, demandas que no afecten la felicidad del uno o del otro.
Un servidor en Cristo; L. Felipe Torres M.
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