Cada uno ha visto a lo largo de su vida cómo fue la convivencia de sus padres; tristemente, algunos fuimos criados en hogares donde la esposa realizaba todas las tareas del hogar, mientras el esposo al regresar de su trabajo se derrumbaba en el sofá a ver su programa favorito de televisión; vimos, también, cómo la falta de interés de la mujer por las tareas o trabajos del mundo laboral de su esposo, creaba distancias y poca comunicación entre ellos.
Curiosamente, cuando se pregunta a cada cónyuge: ¿Qué te motiva a mantenerte unido a él o a ella? Muchos dirán que son sus aspectos o aportes que hacen el uno por el otro; las esposas pueden decir que aman lo servicial que él es, lo amable, lo honesto y seguro; si preguntamos a los esposos, dirían que aman la belleza de ella, su sonrisa, su servicio… pero, ¿qué sucede cuándo estas cosas se acaban? ¿que pasaría si esas cualidades dejaran de estar presentes? ¿Lo o la amarías igual?. La respuesta probablemente sería un rotundo: ¡NO!
Piensa por un momento: la belleza se acaba, el servicio puede ser interrumpido por una enfermedad, el esposo puede tornarse inseguro por una situación adversa o un suceso traumático vivido; cualquier cosa puede pasar. La vida es una caja de sorpresas diarias, donde si has fundado tu relación sobre estas cualidades… ¿qué será del amor cuándo no estén estas cosas?
En el amor perfecto de Dios, Él promete estar con nosotros, a pesar de nuestra situación humana imperfecta.
(Romanos 5:8) Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.
Dios nos ha amado a pesar de… no como el hombre ama, con un amor condicionado, en el cual, amo porque…
(1 Juan 4:10) En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados.
Debemos recordar que la esposa y el esposo tienen su mejor ejemplo en Cristo, cuyo amor es auténtico y genuino, un amor sin condiciones, un amor no merecido, un amor a pesar de…
Su servidor en Cristo; L. Felipe Torres M.
0 comentarios