(1 Pedro 5:14) Saludaos unos a otros con ósculo de amor. Paz sea con todos vosotros los que estáis en Jesucristo. Amén.
Ósculo: Beso de amor.
Cada mañana es una oportunidad de vida, una oportunidad para hacer las cosas mejor que el día anterior; debe ser un motivo más para esforzarnos en dar una buena impresión a nuestros cónyuges. Suele ser difícil a veces cuidar de nuestra propia imagen para sorprender a nuestros cónyuges, cuidar de los pequeños detalles para llamar su atención.
Piensa por un momento: cómo saludas a tu cónyuge cada mañana. ¿Suele ser algo rutinario y vacío y por cumplir un deber?, o ¿es el reflejo de un agradecimiento profundo por estar nuevamente juntos y por gozar de su compañía? Piensa en ello. Los pequeños detalles pueden sorprender a nuestro cónyuge y lograr ganarnos más su amor.
La manera en que una pareja se saluda, dice mucho de su relación, dice mucho de cuán importante es el uno para el otro.
Ahora, vayamos un poco más profundo. ¿Cómo saludas a tu compañero o compañera de trabajo? ¿Acaso es mejor el saludo para alguien externo que para tu cónyuge?. He observado cómo muchos saludan mejor a las personas externas que a sus mismas familias; preguntan e incluso alaban más a los demás que a sus mismos cónyuges, como aquel hombre que dice a su esposa «buenos días, me das el desayuno por favor», y al llegar a su trabajo, encuentra a sus compañeras y les dice: «¡cuán hermosas están hoy!, ¿cómo han dormido?, ¡me alegro mucho por su bienestar!»; que triste que sea mejor el trato externo que el interno.
Piensa hoy: ¿cómo es el saludo que das a tu cónyuge?, ¿está cargado de amor, ternura, aprecio, entusiasmo, calidez, etc? Pregunta a tu cónyuge como se siente con el saludo que le das, ¿se siente amado, valorado? o ¿lo que siente es contrario a esto?
Debemos recordar que el amor es una decisión, así que sería muy bueno que decidieras saludar a tu cónyuge de una forma que se sienta amado y valorado, que recargue su batería de autoestima a diario.
(Proverbios 5:18) Sea bendito tu manantial, Y alégrate con la mujer de tu juventud,
Un Servidor en Cristo; L. Felipe Torres M.
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