Por Luis Felipe Torres M.
Números 32:13 Y se encendió la ira del Señor contra Israel, y los hizo vagar en el desierto por cuarenta años, hasta que fue acabada toda la generación de los que habían hecho mal ante los ojos del Señor.
Introducción
A medida que los israelitas miraban hacia el otro lado del río a su destino final, se encontraron con una crisis que amenazó el éxito de la próxima invasión. Las tribus de Rubén y Gad, bendecidas con una cantidad muy grande de ganado, apreciaban especialmente las tierras fértiles al este del Jordán que acababan de tomar y comenzaron a planear un destino alternativo. ¿Para qué exponerse a los peligros físicos de la conquista cuando la tierra al otro lado del río no era tan buena como el lugar en el que estaban acampados ahora? ¿Podían las dos tribus llegar a la zona de Transjordania solos instalándose donde estaban, en una región próspera con un inmenso potencial agrícola, rodeados de su familia y ganado? Entonces, las diez tribus que quedaban quedarían libres para repartir la tierra de Canaán entre sí una vez que la hubieran conquistado. Su propuesta era clara y definitiva: “no nos hagas pasar el Jordán”1
Esta petición que hicieron algunas tribus en sí parecía inocente. Sin embargo, no agrado a Dios. Ellos querían tomar el camino fácil, no se querían exponer a las dificultades que implicaba invadir la tierra de Canaán. Estaban anteponiendo sus deseos al bienestar de la comunidad entera de Israel.
Ahora, vamos a observar que podemos aprender de esto, y como bien dice la escritura “todas estas cosas se escribieron para nuestro ejemplo”.
En la iglesia del Señor
Al igual que las tribus de Rubén y Gad, a veces podemos encontrarnos en situaciones donde preferimos la comodidad y la seguridad sobre los desafíos que Dios nos llama a enfrentar. Estas tribus, bendecidas con abundancia, vieron una oportunidad de establecerse en tierras fértiles sin tener que cruzar el Jordán y enfrentar los peligros de la conquista de Canaán. Su deseo de evitar el riesgo y la dificultad parecía razonable, pero no agradó a Dios porque estaban priorizando sus propios intereses sobre el bienestar y el propósito de toda la comunidad de Israel.
Algunas lecciones que podemos extraer de este contexto son:
- Evitemos la complacencia: Es demasiado fácil caer en la trampa de los atajos y caminos fáciles. Cuando empezamos a sentir incomodidad con algo, y nos resistimos a los ajustes y cambios que requiere la iglesia del Señor, estamos obstruyendo y colocando por encima de la organización de la iglesia del Señor nuestras prioridades, nuestros deseos y caprichos; haríamos bien en recordar el caso de Diótrefes, persona a quien el apóstol Juan menciona en su carta a Gayo. Diótrefes fue un hombre ambicioso, rebelde y obstinado, que no respetaba la autoridad dada por Dios a los apóstoles (3 Juan 1:9-10). Este impuso su pensamiento, su deseo, y su vanagloria por encima de la voluntad de Dios; y así, lamentablemente hay algunos hermanos. Así que, el buscar nuestra propia complacencia nos va a impedir alcanzar el propósito y bienestar completo que la iglesia necesita para ser aquella esposa, sin mancha y sin arruga delante del Señor (Efesios 5:27). Cuando buscamos complacencia, tendremos que caer, para que la iglesia pueda tener paz.
- Priorizar el bien común: Cada miembro haría bien en considerar que, toda decisión no solo nos afecta como individuos, sino también a toda la iglesia en general. Los pensamientos de algunos cristianos, cuando tienen comportamientos y conductas impropias, son, en su mayoría, pensamientos individualistas, que se cree no afecta a nadie; sin embargo, esto muestra necedad y poca consideración por la iglesia del Señor. Estos cristianos individualistas, que actúan por su propia cuenta, hacen más daño que bien, e impiden el crecimiento y fortalecimiento de la iglesia del Señor. Haríamos bien en recordar que Dios aborrece la rebeldía (1 Samuel 15:23) y que cuando no seguimos el consejo de Dios caemos en desgracia (1 Samuel 8:19; Isaías 30:1; Zacarías 7:11). Queremos un cristianismo cómodo, que no moleste o estorbe, que no nos llame a la santidad, que nos permita lo que nuestra carne y corazón desean. Recordemos el deseo egoísta de Rubén y Gad, y cómo ellos tuvieron que caer para que se levantará una generación que pensará más en el bien común, que en el bien individualista.
- Confiemos en el plan de Dios: Aunque el camino que Dios nos llama a seguir puede parecer difícil o peligroso, debemos confiar en Su plan y en Su provisión. Él sabe lo que es mejor para nosotros y para Su reino. Todo Su plan es perfecto, y aunque usted piense que las cosas no deberían ser así, remítase siempre a la palabra de Dios, y procure siempre servir con amor y buena voluntad. Dios no quiere obediencia impuesta o interesada, Él quiere obediencia basada en el amor genuino por Él y Su voluntad. (1 Corintios 13:1-8). Así que, cuando no lo hacemos voluntariamente y con amor, tendremos que caer, para la siguiente generación lo pueda llevar a cabo.
En las iglesias del Señor, a veces, debe caer una generación entera, para que la siguiente pueda avanzar y fortalecerse. Nuestro corazón engrosado, egoísta y arrogante tendrá que sucumbir, si queremos realmente avanzar y entrar al reino de los cielos. Paremos ya de hacer daño, y trabajemos mejor con buena voluntad y amor para que la iglesia funciones según el consejo de Dios.
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