(1 Juan 2:17) Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.
Adán y Eva tenían todo lo que necesitaban en el jardín del Edén. Tenían comunión con Dios e intimidad entre ellos. A pesar de esto, cuando a Adán y Eva fueron engañados por la serpiente, vieron el fruto prohibido con otros ojos y lo desearon con todo su corazón. Y, en contra del mandamiento de Dios, los dos comieron.
Así es como evoluciona el deseo: Desde los ojos al corazón y luego a la acción; después, vienen la vergüenza y el arrepentimiento. Sin embargo, tú y yo tenemos todo lo que necesitamos para una vida plena, productiva y enriquecedora.
«Nada hemos traído al mundo, así que nada podemos sacar de él» (1 Timoteo 6:7).
La Biblia va más allá y dice que deberíamos contentarnos con tener comida y vestimenta, o sea, lo esencial. Jesús prometió que ninguna de estas dos cosas les faltaría a los hijos de Dios (Mateo 6:25-33).
Los cónyuges a veces se distraen por las cosas del mundo, como los estereotipos de belleza que siembran malos pensamientos en sus cabezas y alejan la realidad sencilla y hermosa del hogar; se codicia para satisfacer necesidades legítimas de forma ilegítima, a través de relaciones adúlteras, o de relaciones inapropiadas, incluso a través de imágenes pornográficas que dañan la belleza natural de los cónyuges.
La lujuria siempre dará más lujuria; el exceso de estímulos sensuales lleva al inconformismo, al ser devorados por un mar de estereotipos que nunca llenarán y saciarán la necesidad primaria, la cual es, la necesidad de amor puro y verdadero.
Recuerda: (1 Juan 2:15) No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él.
Reto de hoy: aléjate de toda cosa inapropiada que está tomando el lugar que le pertenece a tu cónyuge; corrige y trabaja más en lograr satisfacer tus necesidades a través de tu pareja.
Un servidor de Cristo; L. Felipe Torres M.
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